-Ana
-Anaaaa,
-Anaaaaaaaa…
Sus pesados parpados se abrieron para permitir, que la espesa luz penetrara sus pupilas, sintiendo esa ansiedad que provocan las ganas de orinar, saltó de su cama y corrió hasta el baño, se sentó, tocó sus piernas y se observó en el espejo que colgaba inerte frente al escusado, notó algunas marcas en su cuello y sus senos, comenzó a vagar por los pasillos de su mente para encontrar un indicio que la ubicara en el momento en que habían florecido las violentas y pasionales marcas, sin éxito alguno, se levantó y recordó el motivo que la hiso despertar, aquella voz única, que en el archivo de sus recuerdos permanecía intacta, como aquella ultima vez.
-Alex!- Exclamó en voz alta
Hundida en un mar de recuerdos, sus mejillas comenzaron a mojarse, era la primera vez que lloraba desde hacía un mes, en que Alejandro había partido para siempre, y pensó:
me extrañas, sé que me extrañas,
Sin dudarlo un segundo giró y tomó aquella navaja que días antes le arrebatara de sus brazos a la única persona que había querido en la vida, aquel amor de niños, que se transformó en amor aparentemente maduro y que Alejandro de la mano de su egoísmo, sus crisis existenciales y una afilada arma, había culminado en sus muñecas.
Levantó su mano y dirigió el potente filo a su yugular, lentamente comenzó a cortar su cuello mientras sonreía, no tenía miedo en absoluto, estaba contenta, solo pensaba en estar con él -yo también te extraño-susurró y comenzó a sentir un fuerte mareo mientras su cuerpo se desplomaba y caía en el blanco piso…
-Anaaaaaaaa
-Anaaaaaaaaaaaaaaaa
-Anaaaaaaaaaaaaa
Sus pesados parpados se abrieron para permitir, que la espesa luz penetrara sus pupilas…
-¿cómo? ¿Lo soñé? ¡¡¡¡¡Perfecto!!!!!!, que pendeja! – gritó
Estalló en una fuerte carcajada, estaba feliz de no estar muerta, los recuerdos chocaban unos con otros de la fuerte resaca.
Se levantó de su cama y dirigió su cuerpo a la empolvada mesa que adornaba la habitación en una esquina, tomó una botella de vino tinto y a la velocidad de la luz del pensamiento ya caía la fina bebida en su boca, tomó una jeringa y caminó hacia el baño hablando como los soliloquios suelen hacerlo y dijo entre carcajadas:
-si cómo no!, ¿matarme por ti?, ni cuerda, la herencia que me dejaste no me hace ninguna gracia, ¡tus putas deudas y la pinche adicción a la heroína!, pero bueno no es para tanto, además ni te extraño-
Enseguida gritó:
-¡Javier!, ahora bajo.
Farah*
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